La logística implica el diseño y la gestión de la cadena de suministro, coordinando movimientos y almacenamiento de materias primas, inventarios y productos terminados. La distribución, por su parte, se enfoca en cómo hacer llegar el producto final al cliente de manera rápida y eficiente. Para pequeñas empresas, dominar ambos conceptos puede marcar la diferencia en la experiencia del cliente y la rentabilidad, ya que minimizar errores y retrasos no solo reduce costes sino que mejora la reputación del negocio frente a la competencia.
Entre los factores más importantes a considerar se encuentran la ubicación del almacén, el tipo de transporte, los proveedores de servicios logísticos y la tecnología utilizada para la gestión. Un almacén bien situado puede acortar los plazos de entrega; elegir los socios de transporte adecuados significa mayor fiabilidad, y contar con sistemas tecnológicos de inventario y seguimiento agrega valor operativo. Cada uno de estos factores debe analizarse cuidadosamente para adaptarse a la escala y objetivos de la pequeña empresa.
Mientras algunas empresas prefieren controlar internamente todas las operaciones logísticas, otras optan por externalizar ciertos procesos mediante terceros especializados. La logística interna brinda mayor control y personalización, pero requiere inversiones mayores en infraestructura y recursos humanos. Por otro lado, la externalización puede ofrecer flexibilidad y acceso a tecnología avanzada, aunque implica ceder parte del control operativo. Evaluar la mejor opción depende de la naturaleza del negocio, los volúmenes de venta y las necesidades específicas de los clientes.